Boudica, la reina de los icenos



La humillaron, la maltrataron, violaron a sus hijas. Y decidió vengarse. Boudica, la reina de los icenos, encabezó una rebelión britana contra Roma en el año 60 d. C. Los romanos no podían imaginar que una mujer lograría reunir semejante fuerza en su contra. Pero lo cierto es que Boudica fue capaz de constituir una auténtica amenaza para el poder invasor de Roma.

Nuestra protagonista es hoy un mito, una leyenda. La heroína icena es uno de los más famosos enemigos que tuvo la Ciudad Eterna, y su nombre figura junto a los de Aníbal, Viriato, Espartaco y Arminio. Pero, ¿cuál es la historia de Boudica?


Primeros romanos en Britania


Cuando se produjo el levantamiento de los icenos en el año 60 los romanos ya llevaban un tiempo en Britania. En el año 43, en tiempos del emperador Claudio, Roma inició la conquista de este territorio. Pero incluso cien años antes, bajo las órdenes de Julio César, los romanos ya habían puesto sus caligae en Britania.

César intentó la conquista de Britania en dos ocasiones, en los años 55 y 54 a. C. Sucedió esto durante la Guerra de las Galias, pero no tuvo demasiado éxito. En la primera ocasión Roma solo pudo hacerse con la playa de Kent, mientras que en la segunda tampoco consiguió conquistar territorio alguno. César logró, eso sí, establecer los primeros tributos de tribus britanas a Roma.

Los carros de Casivelono, quien dirigió la defensa britana contra Julio César (Angus McBride).

Las primeras relaciones comerciales entre britanos y romanos se produjeron, pues, gracias a estas dos campañas de Julio César. Pero Britania seguía siendo territorio sin conquistar. Ya fuera por un motivo o por otro, la conquista de la isla era un asunto que no terminaba de cuajar. No fue hasta la llegada del emperador Claudio al trono cuando Roma decidió que conquistar Britania era una prioridad.

El problema de los britanos era que no formaban un país como tal. Britania estaba llena de tribus celtas independientes que guerreaban entre ellas. Divididas, algunas sufrieron la invasión romana que ordenó Claudio. Una fuerza de unos 40.000 soldados -cuatro legiones más auxiliares- desembarcó en Britania bajo el mando del senador Aulo Plaucio. Pero los icenos, una tribu que vivía en el actual condado de Nortfolk -sureste de Inglaterra-, habían logrado mantenerse en paz.

El acuerdo de Prasutago con Roma


Lo habían conseguido gracias al acuerdo de clientelismo que Prasutago, el rey iceno, había firmado con Roma. Ésta era una práctica habitual en aquella época. Por ejemplo, el célebre Herodes, rey de Judea, había llegado a un acuerdo similar con el emperador Augusto años atrás. El primer emperador de Roma había dispuesto entonces que el patrimonio personal y la fortuna de Herodes fueran patrimonio del Imperio una vez muerto el rey.

El acuerdo de Prasutago con Roma era parecido, pero tenía matices. El rey iceno nombró coherederos al emperador y a sus dos hijos. El problema estribaba en que Prasutago no tenía hijos varones, sino que tenía dos hijas. Cuando firmó el acuerdo, el rey iceno debió de pensar que este matiz no era relevante, pero se equivocó. Porque cuando murió Prasutago, los romanos no se conformaban con la mitad del patrimonio del rey. Aunque para los indígenas britanos era normal legar el patrimonio también a mujeres, para los romanos la herencia solo era posible de padres a hijos varones. El lío, pues, estaba servido.

La humillación de Boudica


Lo que vino después fue la chispa que provocó el estallido de la rebelión. Deciano Cato, el procurador de Britania, quiso asgurarse de que todo el patrimonio de Prasutago pasaba al Estado. Sin previo aviso, se presentó con sus hombres en el palacio real de los icenos. Como reina que era, Boudica se opuso a los romanos, pero éstos no iban a hacer caso a las protestas de una bárbara por muy reina que fuera. Los romanos no se paraban a pensar en acuerdos ni en tratados, pero sí les parecía que cuestionar sus decisiones era un acto de rebelión.

Decidieron dar una lección a Boudica. Los hombres de Deciano Cato desnudaron a la reina icena y la azotaron públicamente como si fuera una delincuente común. Pero la humillación no terminó ahí, porque las dos hijas de Boudica fueron violadas por todos como botín de guerra. Quien se opusiera a Roma ya sabía lo que encontraría.

Mapa de Britania. El círculo azul indica la ubicación de la tribu de los icenos.

Sin oposición, los romanos se llevaron las propiedades y posesiones de todas las familias icenas. Como decíamos, el acuerdo de Roma con Prasutago establecía que al emperador le correspondía solo la mitad del patrimonio. pero la Ciudad del Tíber ya tenía dos motivos para no cumplirlo. El primero, el que ya señalábamos: Prasutago no tenía hijos, sino hijas. Y el segundo, aquella rebelión era una excusa que servía a Roma para no respetar el acuerdo.


Las causas de la rebelión


Aunque ésta fue la chispa que desencadenó la rebelión, los britanos llevaban tiempo teniendo motivos para el descontento. Las causas principales para la revuelta son:

  • Los trinovantes, tribu vecina de los icenos, también querían rebelarse. Los nuevos colonos se habían apropiado de sus tierras y los habían expulsado de sus casas. Es cierto que se les compensó, pero está claro que dicha compensación no fue suficiente.
  • El gran templo de Claudio en Camuloduno. Los romanos comenzaron a construirlo en el 55 d. C. No solo se trataba de un culto a una deidad extranjera y de los hombres que estaban esclavizando Britania. Además serían los britanos quienes deberían pagar la construcción del templo a partir del año 56. 
  • La propaganda antirromana de los druidas, que querían salvar sus lugares sagrados.
  • La humillación de Boudica y su hijas, y la incautación de las propiedades de los icenos.

Dadas las circunstancias, los britanos debieron de pensar que ya estaba bien. Que ya era suficiente. Que aquellas humillaciones ya habían llegado demasiado lejos. Pero necesitaban un líder, alguien que los uniese contra el invasor romano. ¿Y qué líder podía ser mejor que una reina? Boudica había sido humillada. Y ahora iba a vengarse.

Boudica, la líder britana


¿Cómo era Boudica? Según los historiadores Tácito y Dión Casio, nuestra protagonista era alta, de voz áspera, mirada feroz, cabello pelirrojo hasta la cadera, túnica de muchos colores y un manto grueso ajustado con un broche. En lo psicológico -nótese la mentalidad de la época- 'poseía una inteligencia mayor que la que generalmente tienen las mujeres'. Pertenecía a una familia de aristócratas icenos. Como ya hemos señalado, se casó con Prasutago y tuvo dos hijas. Cuando estalló la rebelión debía de tener unos 30 años. Su nombre significa 'victoria'.

Tras la humillación, la reina icena decidió que las cosas no quedarían así. Su primer éxito fue diplomático. Se alió con los trinovantes -quienes también tenían motivos para estar enfadados- y se dirigió a Camuloduno -actual Colchester-. Según Dión Casio, eran 120.000 britanos los que se dirigieron a la colonia romana. Lo más probable es que fueran menos, quizá unos 100.000, y que además aquel número lo formaran mujeres, niños, ancianos y guerreros.


"Boudica era alta, de voz áspera, mirada feroz y cabello pelirrojo hasta la cadera. Su nombre significa victoria".


El gobernador de Britania, Cayo Suetonio Paulino, estaba en aquel momento a unos 500 kilómetros al oeste encargándose de los druidas. Roma sabía que éstos eran los líderes ideológicos de la oposición britana a los romanos. No era habitual que los romanos la tomaran con las religiones de otros pueblos. De hecho, solo lo hicieron en Britania y en Judea. Como se sabe, los romanos eran politeístas y solían asimilar las religiones de los pueblos conquistados. Pero en Britania acabar con los druidas parecía perentorio.

Las victorias de los britanos


Sea como fuere, Boudica y sus hombres fueron a Camuloduno sin oposición. La colonia romana no tenía murallas ni hombres para defenderla. Desesperados, los colonos pidieron auxilio. Pero solo consiguieron la ayuda de 200 hombres que estaban destacados en Londres. Por supuesto, este auxilio fue insuficiente y los britanos arrasaron la ciudad al primer intento.

A este primer éxito britano le siguieron otros. Uno de ellos, quizá el más destacado, fue el de acabar con las fuerzas que dirigió Petilio Cerealis, el comandante de la IX. Cerealis se dirigió con rapidez a Camuloduno con 2.000 legionarios y unidades auxiliares de caballería. Quería sorprender a los britanos y salvar a los veteranos que se encontraban en Camuloduno, pero fue imprudente y sucedió lo contrario. Los britanos lo emboscaron y acabaron con las fuerzas romanas sin piedad. Fue un nuevo éxito britano.

Icenos y trinovantes atacan Camulodunum (Peter Dennis).

A estas alturas Cayo Suetonio Paulino ya se había enterado del desastre y decidió actuar. Mientras Boudica y los suyos, eufóricos por las victorias, se dirigían a Londinium -actual Londres- él se encontraba en Anglesey, a unos 400 kilómetros del nuevo objetivo britano. Paulino consiguió llegar a Londinium con una unidad pequeña de caballería antes que los rebeldes, pero no tardó en darse cuenta de la situación: los britanos se aproximaban con una fuerza enorme y Londinium era difícil de defender. Paulino, pues, decidió retirarse. Según Tácito, el gobernador de Britania había decidido salvar la Provincia sacrificando una ciudad sola.

Los britanos pasaron varios días en Londinium. Saquearon, destruyeron y practicaron rituales religiosos. Cuando arrasaron esta ciudad por completo, avanzaron por Watling Street hacia Verulamio. A pesar de que esta localidad no estaba ocupada por romanos, las fuerzas de Boudica también la arrasaron. Y es que los catuvelaunos, habitantes de Verulamio, habían tenido una postura prorromana. Los rebeldes se lo hicieron pagar.

Emboscada que los icenos tendieron en el bosque a un destacamento de la Legio IX Hispana (Peter Dennis).

Boudica y los suyos habían logrado varios triunfos consecutivos. El primero había sido el de Camuloduno. Después habían emboscado y destrozado a las fuerzas de Petilio Cerealis. Y por si todo esto fuera poco, también habían arrasado Londinium y Verulamio. ¿Quién los podía parar? Eran tantos, tan numerosos, que acabarían con los romanos y los expulsarían de la isla. Ganarían por superioridad numérica. Al menos, eso es lo que debieron de pensar los britanos. Pero subestimaron el poder de las legiones.


La batalla de Watling Street


El enfrentamiento decisivo entre Boudica y los romanos se conoce como la batalla de Watling Street. El acierto de Cayo Suetonio Paulino fue elegir el lugar en que se combatía. Los britanos eran unos 100.000, aunque de todo ese número solo unos 60.000 serían soldados. Paulino, consciente de su inferioridad numérica, pensó que era vital aprovecharse del terreno para anular la superioridad numérica enemiga. Y lo consiguió.

Paulino situó a sus hombres en un desfiladero estrecho. Así los britanos tendrían que reducir su frente para poder enfrentarse a los romanos. La retaguardia romana estaba protegida por un bosque, por lo que los britanos no podían atacar por los flancos desde las últimas filas. Y delante, frente a ellos, los romanos tenían una llanura en la que los britanos no podían protegerse.

La batalla de Watling Street (Peter Dennis).

Los legionarios eran profesionales, tenían disciplina y aguantarían la embestida de los bárbaros. Por su parte, los britanos eran más y contaban con mucho ímpetu, pero constituían una masa enorme y desorganizada que se estrellaría contra el muro romano. Boudica y los suyos estaban convencidos de la victoria, pues eran muchos más. Pero las legiones eran la mejor maquinaria bélica de la época.

Las arengas de Boudica y Paulino


Antes de entablar combate, los líderes de ambos bandos entonaron sendos discursos. Era habitual arengar a las masas para enardecerlas y buscar el mayor rendimiento de la tropa.

Según Tácito, Boudica dijo a sus hombres que aunque los britanos estaban acostumbrados al liderazgo de las mujeres, ella no se presentaba ante ellos como una reina de una distinguida dinastía. Lo hacía como mujer corriente cuyo cuerpo, marcado por el látigo, quería vengar la pérdida de su libertad y los ultrajes sufridos por sus hijas. 'La codicia romana no perdonará a nadie, ni a las ancianas ni a las vírgenes. Los dioses están de nuestro lado en nuestra búsqueda de venganza (...). Ésta es mi decisión como mujer: luchar o rendirme al yugo romano'.

"Mantened una formación estrecha. Cuando hayáis arrojado vuestras jabalinas, avanzad con la protección de vuestros escudos y espadas, dejad que los muertos se apilen, olvidaos del botín, conseguid la victoria y todo será vuestro".

Cayo Suetonio Paulino.


También según Tácito, Paulino dijo a sus hombres: 'Haced oídos sordos al ruido y a las huecas amenazas de estos salvajes. Hay más mujeres que hombres en sus filas, carecen de armaduras y de armas adecuadas, y se desmoronarán en cuanto sientan vuestro acero y adviertan el valor de los hombres que los han derrotado ya tantas veces (...). Mantened una formación estrecha. Cuando hayáis arrojado vuestras jabalinas, avanzad con la protección de vuestros escudos y espadas, dejad que los muertos se apilen, olvidaos del botín, conseguid la victoria y todo será vuestro'.

La disciplina de las legiones romanas


Dicho lo cual, no quedaba sino combatir. Las legiones, haciendo una exhibición de disciplina, mantuvieron la posición mientras los britanos les gritaban y les arrojaban lanzas. Los hombres de Boudica se lanzaron entonces sobre los romanos, al tiempo que éstos, obedeciendo órdenes con diligencia, avanzaron en formación de cuña -una especie de triángulo-. Los romanos empujaron con sus escudos y clavaron sus gladios. Había tan poco espacio que los britanos no tenían sitio para usar sus largas espadas. Y pronto se vio que las cosas no marchaban bien para los hombres de Boudica.

Los legionarios habían avanzado tanto que ya se encontraban fuera del desfiladero. La caballería ya tenía sitio para actuar, y lo hizo sin compasión. Haciendo uso de la típica maniobra envolvente, la caballería romana atacó por los flancos a los britanos. Muchos de éstos, sin la debida disciplina, dieron entonces media vuelta y emprendieron la huida. Y se produjo el desastre.

Era lo típico. La mortandad de los ejércitos en las batallas de la antigüedad se producía sobre todo cuando los hombres huían. Fue lo que sucedió en la batalla de Watling Street. Los romanos persiguieron a los britanos y los mataron. Además los rebeldes habían colocado carros rodeando la llanura, por lo que ahora tenían dificultades para huir. La carnicería fue total.

Escultura de Boudica en Londres (Thomas Thornycroft).

Tácito dice que fueron 80.000 los britanos que murieron aquella jornada, mientras que los romanos solo sufrieron 400 bajas. Seguramente exageró y las bajas britanas fueron de unos 40.000.

Como fuere, Boudica había fracasado. Su rebelión había llegado lejos, pero había terminado sucumbiendo ante el poder de las legiones. Según Tácito, la reina de los icenos, quizá sabedora de que Roma la exhibiría por sus calles como si fuera un trofeo, se suicidó mediante la ingesta de veneno. Dión Casio nos da una versión diferente, pues dice que nuestra protagonista cayó enferma y murió.

Lo que no murió, ni lo hará jamás, es el recuerdo de una heroína, una mujer, que logró poner en jaque a Roma: Boudica.

1 comentario :

  1. Rebelarse contra los dominios imperiales de cualquier tipo, cuestan sangre, sudor y lágrimas. Los ingleses vuelven a rebelarse contra otro dominio moderno: el mercado global de la UE.El brexit fue el pago con sudor. Esperemos que no se llegue a la sangre y lágrimas.

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