Teutoburgo, Arminio contra Roma



La batalla del bosque de Teutoburgo fue uno de los mayores desastres militares de la historia de Roma. Dominada la península ibérica tras las guerras cántabras, la ciudad eterna puso sus ojos en el norte de Europa. La República Romana se había extendido anexionándose territorios como la Galia o Egipto. Ahora Octavio Augusto, el primer emperador de Roma, probaba suerte más allá del Rin.

Parecía claro que Roma terminaría invadiendo Germania. Nadie albergaba dudas sobre la potencia militar de las legiones, por lo que la suerte de las tribus germanas parecía estar echada. Pero para sorpresa de todos Teutoburgo se convirtió en un infierno para Roma. Arminio, el líder de la tribu germana de los queruscos, conocía bien a sus enemigos. Tan bien, de hecho, que los destrozó en una emboscada.


Arminio, el querusco


Arminio era hijo de Segimer y pertenecía a la familia real del pueblo germano de los queruscos. Hay dudas sobre su fecha de nacimiento, pero se cree que nació entre los años 18 y el 15 a. C. Este pueblo germano vivía al este del Rin, cerca del río Weser.

Seguramente Arminio pasó años en Roma como rehén. Era algo habitual en la época. Como sucedió con Demetrio durante las Guerras Macedónicas, el hijo del rey querusco vivió un tiempo en la ciudad eterna y asimiló el modo de vida y las costumbres romanas. La ciudad del Tíber pretendía así convencer a otros pueblos de que lo mejor para ellos era unirse a los conquistadores.

Mapa de Germania. El círculo azul señala la ubicación de la tribu de los queruscos.

Y parecía que el sistema funcionaba. Arminio se integró de tal manera que consiguió la ciudadanía romana. El líder querusco hablaba latín perfectamente, tuvo tiempo de sobra para observar el funcionamiento del ejército romano, e incluso lideró una fuerza de soldados auxiliares que luchó junto a los romanos. Era culto, rico y contaba con la confianza del gobernador de Germania, Publio Quintilio Varo. Arminio, pues, era un aliado de Roma.


Causas de la rebelión germana


A Varo se le dio el mando de Germania inferior -desde el Rin hasta el Elba- en el 7 d. C. Su misión era mantener aquella zona estabale. Y en principio parecía que lo conseguiría, pues tenía el apoyo de nobles locales como Arminio.

Alguno puede preguntarse que si todo marchaba bien y las relaciones eran buenas, los germanos no tenían motivos para rebelarse. Pero a partir de ese año 7 d. C., cuando Varo y Arminio marcharon a Germania, las cosas comenzaron a cambiar.  Los motivos de los germanos para rebelarse son los siguientes:

  • Varo puso un impuesto a las tribus germanas, pero éstas no estaban acostumbradas a pagar tributos. Para ellos era algo nuevo y pagar impuestos significaba que eran súbditos de Roma en lugar de aliados.
  • La corrupción de la administración provincial romana. Esto no era algo exclusivo de Germania, sino que ya había sucedido con anterioridad y seguiría haciéndolo en otras provincias del Imperio.

Auxiliares de caballería atacan por sorpresa a un campamento romano (Peter Dennis).

  • El miedo a Roma descendió. Las nuevas generaciones de jóvenes germanos nunca habían luchado contra las legiones y, a juzgar por los últimos acontecimientos, percibían que se les podía vencer.
  • Arminio. Por supuesto, el líder querusco fue clave para que la revuelta terminara cuajando. Arminio tenía dos motivos principales para liderar la rebelión de las tribus germanas. Por un lado, seguramente vio que los romanos no trataban a los suyos como a él le hubiera gustado. Y por otro, es posible que el líder querusco también fuera ambicioso, pues si conseguía liberar a su pueblo del yugo romano lograría prestigio y poder entre los suyos.


Los romanos marchan en columna


En el año 9 d. C. Varo recorrió la provincia -desde el Rin hasta el Elba- con las legiones XVII, XVIII y XIX. También tenía seis cohortes de infantería auxiliar y tres alae de caballería. La labor de Varo en primavera y verano de este año consistió en mediar y ofrecer protección a las tribus germanas que lo requirieran.

Cuando terminaba el verano Varo y sus hombres recibieron la noticia de que había estallado una rebelión al este. Diligente, el gobernador de Britania Inferior marchó hasta allí para sofocar la revuelta, cosa que logró nada más llegar. Atajado el problema, los romanos iniciaron su vuelta hacia el oeste. Era septiembre del año 9. d. C. Nadie podía imaginar el desastre que se avecinaba.

El centurión Marcus Caelius en la batalla de Teutoburgo (Angus McBride).

Los romanos marcharon en la típica columna romana. La formaban entre 10.000 y 15.000 soldados, más miles de esclavos, mulas, carretas, civiles, mercaderes, mujeres y niños. En total debían de ser unos 25.000 hombres que formaban una columna de unos 15 kilómetros de longitud.

El camino que recorrían Varo y sus hombres era predecible. Se encontraban en Germania, muy lejos de Roma, y allí no había calzadas pavimentadas como en la ciudad eterna. Los romanos, pues, debían escoger el camino por el que era posible avanzar. El gobernador de Britania, seguro de que nadie les atacaría, dio prioridad a la velocidad de marcha y dejó la seguridad de sus hombres en un segundo plano. Todo con tal de evitar las lluvias de otoño.


La trampa de Arminio


En aquella columna marchaba Arminio. Pero el líder querusco la abandonó para reunirse con el ejército que debía acabar con los romanos. Arminio conocía la organización de aquella columna romana, pues él mismo había formado parte de ella. Y además conocía a los romanos, sabía sus puntos débiles como pocos. Como demostraron los resultados de la emboscada, Arminio también supo cuándo era el mejor momento para destrozarlos.

Se desconoce el número exacto de hombres con los que contaba Arminio, pero lo más probable es que se tratara de una fuerza similar en número a la romana. Los germanos comenzaron sus ataques acosando las partes vulnerables de la columna. Las tribus atacaban en pequeños grupos y se retiraban antes de que los romanos pudieran reaccionar.

Fase final de la batalla del bosque de Teutoburgo (Peter Dennis).

Pero la emboscada decisiva de Arminio se produjo en un paso estrecho que él mismo había elegido con cuidado. El líder querusco ordenó a sus hombres derribar árboles para dificultar el avance de la columna romana. Para encerrar a sus enemigos, Arminio también dio la orden de excavar una trinchera y construir una muralla de 450 metros por el otro lado. Su objetivo era cercar a los romanos y asegurarse la victoria. Y lo consiguió.

Teutoburgo, un infierno para Roma


La lluvia que comenzó a caer sobre aquel bosque de Teutoburgo indicó a los romanos que habían llegado al infierno. Ocultos tras los árboles y con el manto de agua dificultando la visión romana, los germanos arrojaron primero sus lanzas a la columna de Varo. El desorden de ésta era total. El desconcierto y la incertidumbre se apoderaron de los romanos. Entonces los germanos se lanzaron con furia sobre los invasores y comenzó la lucha cuerpo a cuerpo.

Fue un desastre para los hombres de Varo. La legión romana era una infantería pesada cuya fuerza se demostraba sobre todo en campo abierto. Y la caballería, en un terreno tan abrupto y boscoso, era inútil. El bosque de Teutoburgo era el infierno en la tierra. Llovía, el terreno se embarraba. Los germanos, henchidos de rabia, emergían uno detrás de otro tras cada árbol, tras cada sombra. Las bajas romanas se contaron por miles.


"Tras tres infaustas jornadas las legiones XVII, XVIII y XIX fueron aniquiladas".


Aun así los legionarios demostraron su profesionalidad, pues ni tan siquiera en las peores condiciones se podía acabar con todos ellos en una sola jornada. Los romanos se reagruparon y salieron a terreno despejado, pero solo consiguieron retrasar su muerte. Los ataques de Arminio se sucedieron a lo largo de tres días. Tras estas tres infaustas jornadas, las legiones XVII, XVIII y XIX habían sido aniquiladas.


Los números de la derrota de Teutoburgo


Los números eran escalofriantes. Las tres legiones perdidas suponían más del diez por ciento de todo el ejército que tenía Roma en aquel momento. En aquel desastre llamado batalla del bosque de Teutoburgo apenas se salvaron mil romanos. Y además, para mayor vergüenza de Roma, los germanos se apoderaron de las águilas romanas.

Quintilio Varo se suicidó junto con otros oficiales superiores, seguramente sabedor de que los germanos no iban a apiadarse de él. Algunos legionarios trataron de huir, pero fueron masacrados por las tribus germanas. En cuanto a los que se rindieron, muchos fueron sacrificados a los dioses germanos por su victoria y otros fueron hechos esclavos.

Legionarios defienden el águila en Teutoburgo (Pablo Outeiral).

Los hombres de Arminio quemaron el cadáver de Varo y enviaron su cabeza a Marodoro, el rey de los marcomanos. Pero éste quería mantener la paz con Roma, por lo que envió la cabeza de Varo a los romanos. Cinco días después del desastre, la noticia llegó a Octavio Augusto.

Consecuencias y reacción de Roma


Según Suetonio, Augusto cayó entonces en una profunda depresión. Quedó tan consternado que durante varios meses se dejó crecer la barba y los cabellos. El princeps se golpeaba a veces la cabeza contra las puertas gritando: 'Varo, devuélveme las legiones'. A partir de aquel día, cada aniversario de la derrota lo consideró como día de dolor y de luto.

Roma no podía dejar que aquella vergüenza quedara así, de modo que unos años después envió a Julio César Germánico a la provincia de Germania con 50.000 hombres. La ciudad eterna no tenía especial interés en aquellos territorios boscosos. Pero Roma no podía dar una imagen de debilidad.

Escultura del emperador Augusto.

Julio César Germánico era el sobrino de Tiberio y cumplió con su deber. De las tres águilas perdidas, recuperó dos. No consiguió capturar a Arminio pero sí fue capaz de derrotarlo en la batalla de Idistaviso en el año 16 d. C.

La muerte de Arminio


¿Y qué pasó con Arminio? A pesar de lo conseguido no tuvo un buen final. El líder querusco fue asesinado a traición en el año 21 por su familia política. Su mujer Thusnelda sí fue capturada y exhibida en Roma. Como curiosidad, el hijo de Arminio, Tumélico, fue gladiador y murió en combate a los treinta años.

Aunque Arminio consiguió una victoria épica, uno puede pensar, tras leer estas líneas, que la batalla de Teutoburgo no sirvió de mucho, pues Roma terminó venciendo. Pero nada más lejos de la realidad. Es cierto que Julio César Germánico logró el objetivo que se le había encomendado, pero al final los romanos se replegaron y el Rin acabó siendo una frontera natural del Imperio Romano.

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