Mitos aparte, sorprende lo que consiguió este gladiador tracio. Reunió un enorme ejército de esclavos y puso contra las cuerdas a los romanos en la península itálica. Tuvo bajo sus órdenes a más de 100.000 hombres, mujeres y niños, y derrotó en nueve ocasiones a los romanos. ¿Cómo lo hizo?
Espartaco, de gladiador a líder militar
Espartaco fue un tracio que acabó como esclavo de Roma. Sobre cómo terminó en esta situación hay varias teorías, pero lo más lógico es hacer caso a la que sigue: que fue primero un mercenario, después soldado auxiliar de las legiones romanas y más tarde desertor. Lo apresaron y lo compraron como esclavo. Pero cuando vieron su fuerza y su destreza con las armas, lo convirtieron en gladiador.
Terminó en el ludus de Léntulo Batiato, en Capua. Unos doscientos gladiadores vivían allí. Dormían, comían y entrenaban para mejorar sus habilidades como gladiadores. Luchaban cuando era menester. Pero las condiciones de vida eran duras. Tanto, que los esclavos planearon rebelarse.
Espartaco y su ejército se enfrentan a Roma (Giuseppe Rava). |
Lo hicieron en el año 73 a. C. La idea de Espartaco era escapar con todos los hombres del ludus, pero el plan fue descubierto y al final consiguió huir con 78 esclavos tracios, celtas y germanos. La suerte les sonrió, pues mientras huían de la ciudad encontraron unas carretas con armas que estaban destinadas a otro ludus. Armados, fueron hasta el cráter del monte Vesubio. Allí instalaron su campamento.
Primeras victorias de Espartaco
El ejército de esclavos de Espartaco comenzó entonces a crecer. El tracio tenía la costumbre de repartir el saqueo del botín de manera igualitaria, lo que siempre era un incentivo para colaborar con él. Además Roma era una potencia esclavista. Cientos de miles de esclavos llevaban una vida durísima trabajando en las minas y en el campo. Es fácil entender que tantos esclavos se unieran a Espartaco.
Y empezaron las derrotas de Roma. El pretor Claudio Glabro se enteró de la revuelta y reunió bajo sus órdenes a tres mil hombres. Aunque estas tropas eran milicias ciudadanas, parecía ser suficiente para acabar con una revuelta de esclavos. Al fin y al cabo, solo eran esclavos. Es lo que debió de pensar Glabro. Pero el pretor cometió el mismo error que cometería Roma una y otra vez en esta guerra: subestimó a Espartaco.
"Espartaco tenía la costumbre de repartir el botín de manera igualitaria".
Claudio Glabro quería cercar a los hombres de Espartaco. Los esclavos se encontraban en el Vesubio. Pero como el pretor solo contaba con tres mil hombres, el cerco no alcanzaba a cubrir toda la falda. Fue un craso error. Espartaco aprovechó la ladera que Glabro había dejado sin vigilancia. Era casi un descenso vertical, pero los esclavos bajaron usando escalas hechas con parras silvestres. Y una vez armados, atacaron por la retaguardia a los romanos. Fue una victoria fácil para Espartaco.
Las cosas comienzan a torcerse
Las cosas no podían marchar mejor para los esclavos. La victoria les permitió pertrecharse y, además, el boca a boca funcionó. Muchos esclavos seguían uniéndose a la revuelta de Espartaco. En el año 73 a. C., el ejército del tracio ya era de 40.000 hombres. Y por si todo esto fuera poco, volvieron a derrotar a otro pretor: Publio Varinio.
¿Qué podía fallar? Todo parecía salir a pedir de boca para los intereses de Espartaco. Los esclavos vencían a los romanos, saqueaban y sembraban el terror. Pero las cosas, como suele pasar, comenzaron a torcerse.
Crixo cayó derrotado ante los romanos (Steve Noon). |
Crixo, otro de los líderes del ejército de esclavos, se separó con 30.000 hombres y fue derrotado por el pretor Quinto Arrio. Las fuerzas de Espartaco se debilitaban. Aun así el tracio consiguió llegar con sus hombres al norte de Italia. Su idea era cruzar los Alpes y vivir en Tracia en libertad con su mujer. Tuvo la oportunidad de hacerlo, pero la avaricia cegó a los rebeldes, que prefirieron seguir saqueando y obteniendo botín en la península itálica. Aunque Espartaco todavía no lo sabía, su oportunidad había pasado.
Pero al tracio todavía le dio tiempo a seguir haciendo de las suyas. Derrotó dos veces más a los romanos y, como los rebeldes no querían seguir hacia el norte, viajó al sur con su ejército. Allí se instaló con su gente en la ciudad de Turios.
Craso toma el mando
Llegado este punto el senado de Roma estaba preocupado. La revuelta de Espartaco era un problema más serio de lo que habían imaginado en un principio. Y lo tenían allí mismo, en la península itálica. Pero nadie quería ocuparse de aquellos esclavos rebeldes. Al fin y al cabo, eran eso: esclavos. Esto significaba que quien diera la cara contra Espartaco tendría mucho que perder y poco que ganar. Porque si perdía, sería un desastre; pero si ganaba, habría cumplido con lo lógico y, por tanto, no tendría triunfo que celebrar -como de hecho sucedió-.
¿Quién iba a poner tanto en juego por tan poco? Al final fue Craso quien lo hizo en el año 71. Marco Licinio Craso estaba considerado el hombre más rico de Roma. Y aunque no era un gran general como Pompeyo, estaba acostumbrado a que los negocios le salieran bien. El pretor se aseguró de que las cosas no se le torcieran hacíéndose con ocho legiones. Esto nos da una idea del respeto que Espartaco se había ganado a estas alturas.
Espartaco está en dificultades
Craso no tardó en demostrar a Espartaco que las tornas habían cambiado. Primero derrotó a diez mil rebeldes que estaban separados de las fuerzas de Espartaco. Y después venció a Espartaco en campo abierto, aunque el gladiador tracio puedo salvar a casi todas sus tropas.
Es posible que nuestro protagonista se lamentara entonces de no haber marchado al norte cuando tuvo oportunidad, pues Craso contaba con ocho legiones y ya no eran milicias ciudadanas. Las cosas se ponían feas. Por eso Espartaco pensó que la mejor opción sería escapar de la península itálica.
Busto de Marco Licinio Craso. |
El gladiador tracio y sus hombres marcharon a Regio, en la punta de la bota italiana. Su plan consistía en marchar a Sicilia, donde más esclavos se podrían sumar a la causa de Espartaco. Para cruzar el mar, el tracio llegó a un acuerdo con los famosos piratas cilicios. Pero aunque Espartaco les había pagado por adelantado, éstos no se presentaron el día acordado. Seguramente Craso les pagó más dinero a cambio de no llevar a Espartaco y sus hombres a Sicilia.
El cerco de Craso
Espartaco y sus hombres estaban encerrados. Como tantas veces hicieron los romanos -como en Numancia años antes o en Jerusalén tiempo después-, Craso ordenó a sus hombres construir terraplenes y empalizadas. Al estar cercados y no poder recibir suministros, los rebeldes intentaron escapar con sus hombres en un par de ocasiones, pero fueron derrotados y tuvieron 12.000 bajas.
Estas derrotas provocaron un motín en las tropas de Espartaco. Treinta mil galos se separaron de Espartaco y marcharon a Lucania. Pero como pasaba cada vez que se dividían las fuerzas de los esclavos, los galos fueron derrotados por Craso.
La muerte de Espartaco
Aunque Espartaco todavía dio un poco más de guerra, su suerte parecía haber terminado. Intentó escapar hacia el norte del Adriático para regresar a Tracia. Pero no pudo, y al final tuvo que enfrentarse a las legiones de Craso cerca del río Silaro.
Unos seis mil hombres fueron crucificados a lo largo de la Via Apia (Fedor Bronnikov). |
Se dice que antes de comenzar la batalla, Espartaco desmontó de su caballo y lo mató. 'Si vencemos, nos apoderaremos de los caballos del enemigo. Si perdemos, no quiero tener montura', debió de decir el tracio. Como era de esperar, la balanza se decantó a favor de Craso. Espartaco, tras dos años plantando cara a los romanos, murió en esta batalla. Pero su cadáver jamás apareció.
Por fin, Craso había derrotado a Espartaco, pero no celebró un triunfo porque su victoria se había producido contra esclavos. Lo sucedido había sido una vergüenza para Roma. La ciudad del Tíber debía asegurarse de que no volviera a pasar. Para conseguirlo, para que cundiera el ejemplo, Craso mandó crucificar a los seis mil rebeldes supervivientes a lo largo de la vía Apia, entre Capua y Roma. Si uno paseaba por allí, podía ver a un esclavo crucificado cada diez metros. Debió de ser atroz.
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