La defensa numantina



Llamamos 'numantina' a una defensa que es férrea e inexpugnable. Pero, ¿qué es exactamente lo que sucedió en la antigua población de Numancia? ¿Cómo consiguió este pueblo resistir durante veinte años a los romanos?

Cuando se habla de defensa numantina, enseguida nos imaginamos a un pueblo agazapado y lanzando piedras tras sus murallas. Pero la verdad es que estos celtíberos también derrotaron a los romanos fuera de ellas. E incluso consiguieron humillarlos.

Los romanos entran en Iberia


A finales del siglo III a. C. Hispania fue uno de los principales escenarios de la segunda guerra púnica. El conflicto entre las potencias mediterráneas de Roma y Cartago provocó que la primera entrase en la península ibérica en el año 218 a. C. La ciudad del Tíber salió victoriosa de la pugna, y en el 201 a. C. ya controlaba ciudades como Barcino, Tarraco, Cartago Nova y Gades.

A lo largo del siglo II a. C. Roma llevó a cabo la conquista de la Celtiberia. En el año 179 a. C. el procónsul Tiberio Sempronio Graco derrotó a los celtíberos en la batalla del Moncayo. Se estableció entonces una paz duradera a cambio de que los celtíberos no edificaran ciudades nuevas ni fortificaran las que ya había.

Los lusitanos de Viriato se enfrentan a Roma.

El inicio de las guerras numantinas


La paz terminó en el año 153 a. C., cuando la tribu de los belos decidió ampliar el perímetro de la muralla de Segeda. El acuerdo con Graco lo prohibía, por lo que Roma exigió a los belos que interrumpieran las obras. Pero los segedenses se negaron y Roma les declaró la guerra.

Los romanos enviaron a Hispania al cónsul Nobilior con unos 30.000 hombres a sus órdenes. No estaba nada mal. Los belos aún no habían terminado las murallas cuando llegaron los romanos, así que huyeron de Segeda y pidieron ayuda a los arévacos. Éstos eran otro pueblo celtíbero cuya capital era Numancia. Comenzaba así un conflicto que duraría veinte años.

La derrota de Nobilior


La primera derrota romana en las guerras numantinas no tardó en llegar. Cuando los segedenses huyeron, Nobilior decidió perseguirlos. Pero las tropas del cónsul se metieron en tierras de los arévacos, donde se unieron numantinos y segedenses. Allí las tribus celtíberas tendieron una emboscada a los romanos y los derrotaron causándoles unas 6.000 bajas.

Nobilior decidió no rendirse y acampó a unos cuatro kilómetros de Numancia. Tras recibir trescientos jinetes y diez elefantes del rey númida Masinisa, el cónsul romano lanzó un ataque contra las murallas de Numancia.

Elefante abatido por guerreros celtíberos.

Pero Fulvio Nobilior volvió a salir derrotado. En esta ocasión el detonante de la derrota fue uno de los elefantes. En plena refriega, el paquidermo recibió el golpe de una piedra, lo que provocó que todos los elefantes hicieran una estampida hacia atrás y pisotearan todo cuanto se hallaba en su camino. Los numantinos aprovecharon aquel desorden para salir y matar a 4.000 romanos y tres elefantes.

La paz de Marcelo


En el año 152 a. C. Claudo Marcelo sucedió a Nobilior. El nuevo cónsul no atacó Numancia directamente, sino que tomó otras poblaciones menores y les concedió unas condiciones de paz favorables para que los arévacos y los belos pidieran la paz.

Pero el senado romano tachó a Marcelo de blando, por lo que no le quedó más remedio que sitiar Numancia. Entonces los numantinos enviaron una legación para negociar la paz con Roma. Pero mientras lo hacían, los romanos enviaron a Hispania al nuevo cónsul Lúculo del año 151 a. C.

Lúculo no podía atacar Numancia porque cuando él llegó a Hispania ya se había negociado la paz, pero tampoco iba a marcharse de allí de vacío, pues había contraído deudas para llegar al puesto de cónsul. Dicho de otro modo: quería botín. Por eso decidió dirigir su ejército contra otra tribu celtíbera, la de los vacceos.

Príncipe de la legión romana republicana.


Aunque la campaña de Lúculo fue controvertida, Numancia se mantuvo en paz gracias a los pactos que había alcanzado con Marcelo. Pero en el año 143 a. C. los arévacos se sumaron a la revuelta lusitana que dirigió Viriato.

Otra vez en guerra


Cuando se reanudó la guerra, Roma envió al cónsul Quinto Cecilio Metelo. Aunque consiguió someter a algunos de los arévacos, Numancia resistía y continuaba en pie de guerra. Tras Metelo fue el turno de Quinto Pompeyo Aulo, quien contaba con un ejército de unos 30.000 infantes y 2.000 jinetes.

Pero Aulo tampoco pudo con Numancia. Es cierto que consiguió varias victorias, pero fue derrotado en más ocasiones. Entonces impuso un bloqueo a Numancia y obligó a sus habitantes a negociar la paz. Pero cuando la aceptaron, el senado de Roma rechazó el acuerdo. Y entonces Roma cometió un error. Porque llegó el turno del cónsul Cayo Hostilio Mancino.

Los numantinos atacan un campamento romano.


La humillación de Cayo Hostilio Mancino


La campaña de Mancino en Hispania fue un desastre absoluto. Tras haber sido derrotado en varias escaramuzas en las afueras de Numancia, Mancino entró en pánico porque le llegó el falso rumor de que los cántabros y los vacceos iban en ayuda de los numantinos. El cónsul decidió retirarse por la noche, llevando a sus hombres al lugar de uno de los campamentos de Nobilior en la campaña del año 153. Fue un error.

Cuando amaneció, 8.000 numantinos habían rodeado a 20.000 romanos. La situación de éstos era desesperada. Los hombres de Mancino se hallaban en una posición desfavorable, y además los numantinos conocían el terreno. Por eso el cónsul se rindió y se vio a obligado a negociar una tregua.


"8.000 numantinos rodearon a 20.000 romanos y les obligaron a rendirse."


Los términos del acuerdo eran humillantes. Aunque los romanos salvarían la vida, tendrían que dejar atrás todas sus pertenencias. Aun así Mancino aceptó el acuerdo. Pero cuando llegó a Roma, el senado se negó a hacerlo.

Como el cónsul había prestado juramento y los romanos no podían romper el acuerdo así como así, se trasladó a Mancino de nuevo a Numancia. Allí lo dejaron desnudo y maniatado frente a las murallas de la ciudad para que los numantinos hicieran con él lo que quisieran. Pero los celtíberos no querían hacer nada con el cónsul, de modo que pasó la noche frente a la ciudad y después le dejaron volver a Roma.

Legión romana republicana.


Escipión Emiliano llega a Hispania


Tras unos años de tranquilidad para los numantinos, los romanos debieron de pensar que aquella guerra ya se había alargado demasiado. Quizá por eso en el año 134 a. C. eligieron cónsul a Publio Cornelio Escipión Emiliano -nieto del vencedor de Aníbal-, el mejor general que tenía Roma en aquel momento. El nuevo cónsul había triunfado en la tercera guerra púnica contra Cartago, de modo que en esta ocasión las cosas se ponían serias para Numancia.

Escipión Emiliano se encontró en Hispania un ejército indisciplinado y desmoralizado. Su primer objetivo fue restaurar la disciplina de la tropa. Para lograrlo, expulsó del campamento todo lo que no era estrictamente necesario: prostitutas, augures, mercaderes y buena parte de los esclavos. También prohibió a los soldados que durmieran en catres de campaña y predicó con el ejemplo.

El cónsul puso en forma a sus tropas obligándolas a hacer marchas forzadas. Todo debía ser real como si se encontrasen en mitad de una guerra. Por eso cuando los legionarios llegaban a su destino debían construir un campamento. Una vez que Escipión Emiliano vio a sus hombres preparados, se dirigió a territorio celtíbero. Y tras varias escaramuzas, fue hasta Numancia.

Recreación de un 'castrum' o campamento fortificado romano.


El sitio de Numancia


Escipión Emiliano creía que un buen general no debía correr riesgos evitables y decidió ser fiel a esta idea en su campaña de Numancia. Un asalto directo contra la ciudad celtíbera acarrearía riesgos, por lo que el cónsul optó por una estrategia más segura: haría caer Numancia por hambre.

Para conseguirlo, Escipión Emiliano tomó varias medidas:

  • Ordenó construir dos campamentos. Él mismo se haría cargo de uno y su hermano Máximo Emiliano dirigiría el otro.
  • Mandó levantar una línea fortificada que rodease la ciudad.
  • Se construyeron siete fuertes, unidos entre ellos por un foso y un terraplén.
  • Para evitar que los numantinos recibieran suministros a través del río Duero, mandó levantar una torre a cada lado del río. Los ingenieros tendieron entre ellas una red de cuerdas, de las que colgaban unas vigas erizadas de cuchillos y puntas de lanza.

Viendo que se quedaban sin comida, los numantinos no tuvieron más remedio que salir a negociar con los romanos. Pero Escipión Emiliano les exigía una rendición incondicional, de modo que no hubo acuerdo y el sitio se prolongó unos meses más.

Numancia se terminó rindiendo por hambre.


Quince meses después de que comenzara el sitio, por fin, Numancia se rindió. Escipión conservó cincuenta prisioneros para exhibirlos en su triunfo y el resto los vendió como esclavos. Y tal y como había hecho con Cartago, arrasó la ciudad.

Terminaba así un conflicto bélico que la historia se encargaría de inmortalizar por los siglos de los siglos. Concluían las guerras celtíberas, pero por supuesto no sería la última campaña de Roma en Hispania.

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