Fabio Máximo, el gran dictador de Roma



Aunque Fabio Máximo fue un personaje decisivo, no es tan conocido como otros. De vez en cuando la historia tiende a olvidarse de hombres importantes. El paso del tiempo ensalza a algunos, mientras que a otros los relega a un segundo plano. En la Segunda Guerra Púnica, Escipión fue el gran vencedor de Aníbal. En un momento desesperado para Roma, este joven general venció a los púnicos en Hispania y después puso punto final a la guerra en Zama. Escipión demostró ser un genio, tal y como hemos comentado en Romaníacos en más de una ocasión. Todo esto es tan cierto como público y notorio. De acuerdo.

Pero Fabio Máximo, otro gran personaje de la historia de la Ciudad Eterna, también jugó un papel decisivo en la supervivencia de Roma. Es verdad que nuestro protagonista no logró gestas épicas. Fabio Máximo no derrotó a ejércitos que le superaban ampliamente en número ni tomó fortalezas en tiempo récord. Pero cuando Roma estaba arrodillada ante Aníbal tras sufrir una derrota tras otra, Fabio Máximo, dictador de Roma, fue el único capaz de comprender cómo había que enfrentarse al enemigo cartaginés.


Aníbal, el terror de Roma


Como siempre, vamos a contextualizar para entender con exactitud el momento que atravesaba Roma. La Ciudad Eterna había terminado imponiéndose a Cartago en la Primera Guerra Púnica. En aquella ocasión los púnicos habían tenido una actitud defensiva, y había sido Roma quien había actuado de manera más agresiva. Quizá en un principio los romanos creyeron que las cosas serían parecidas en este nuevo enfrentamiento. Pero si así fue, se equivocaron de lleno. Porque en la Segunda Guerra Púnica fue Cartago quien tomó la iniciativa.

Busto de Aníbal Barca.

Para empezar, el conflicto estalló tras el ataque de Aníbal Barca a Sagunto, una ciudad aliada de Roma ubicada en Hispania. Pero además, el general púnico sorprendió a su enemigo atravesando los Pirineos y los Alpes para dirigirse a la península itálica. Aníbal cogió a los romanos a contrapié. Para colmo, cuando éstos quisieron reaccionar, el cartaginés aplastó a sus enemigos uno detrás de otro.

Primero, en Tesino, su caballería númida se impuso a la de Escipión, el padre de Africanus. Después, en Trebia, sorprendió al cónsul Sempronio emboscando a dos mil hombres y atacando por la retaguardia. Y al poco, en Trasimeno, tendió una emboscada perfecta a los romanos, y murieron 15.000 de ellos incluido el cónsul Flaminio. Los desastres para Roma eran cada vez mayores. La Ciudad Eterna había sufrido demasiadas bajas en poco tiempo y necesitaba reponerse. Y para hacerlo, el Senado tomó una decisión muy poco habitual: nombró un dictador militar.

Roma elige un dictador


Como se sabe, Roma por aquel entonces era una República. Cada año se elegían dos cónsules, y cada uno de ellos disponía de un ejército consular que solía estar formado por dos legiones y dos alae de tropas auxiliares. Este mandato duraba un año. Tras este período, Roma volvía a elegir otros dos cónsules. Este sistema garantizaba que ningún hombre dispusiera de todo el poder en solitario.

El hecho de que Roma decidiera nombrar un dictador militar indica que las sucesivas derrotas ante Aníbal habían dejado a la Ciudad Eterna en una posición desesperada. En cualquier caso, no debemos pensar en una dictadura como la conocemos hoy día. En la Antigua Roma la dictadura era una magistratura. Durante un período de seis meses improrrogables, el dictador se convertía en la persona más poderosa de la República por encima incluso de los cónsules.


"El dictador se convertía en la persona más poderosa de la República por encima incluso de los dos cónsules".


Pues bien, Roma nombró un dictador. El elegido para el cargo fue Quinto Fabio Máximo. Nuestro protagonista tenía por aquel entonces cincuenta y ocho años y era miembro de uno de los clanes patricios más antiguos de Roma. Ya había sido cónsul en dos ocasiones, y también había desempeñado el cargo de censor. A Fabio Máximo se le conocía con el apodo de 'Verrucosus' por una verruga que tenía en un labio. Era un militar capaz y un buen orador. Los Comitia Centuriata lo eligieron porque solo él parecía saber cómo enfrentarse a Aníbal. Y a juzgar por lo que sucedió después, la elección de Fabio Máximo como dictador fue un acierto.


Fabio Máximo, un dictador prudente


Dos expresiones resumen la manera de actuar de Fabio Máximo durante los seis meses que fue dictador. Esas dos expresiones son 'cunctator' y 'tácticas fabianas'. La primera significa 'el que retrasa' en latín, y es el sobrenombre de Fabio Máximo. Hace referencia a la estrategia que siguió a la hora de enfrentarse a Aníbal. Y precisamente esa manera de entender la guerra dio lugar al término 'tácticas fabianas'. Cuando uno no puede vencer a su rival en campo abierto puede utilizar la estrategia alternativa de imponerse a él a través de una guerra de desgaste. Así lo entendió Fabio Máximo. Y así decidió actuar.

Y es que Fabio Máximo sabía que no podía enfrentarse a Aníbal en campo abierto. Aunque contaba con un ejército de unos treinta mil o cuarenta mil hombres, se trataba de tropas debilitadas e inexpertas. Aquellos hombres eran los supervivientes de las derrotas ante los púnicos, y además el ejército de Fabio Máximo apenas tenía caballería. Para colmo, se enfrentaban a Aníbal, que no era precisamente un novato. Y por si todo esto fuera poco, el púnico disponía de tropas de más calidad que las romanas.

Batalla de Cannas (Igor Dzis).

Consciente de todo esto, Fabio Máximo actuó con inteligencia. Se dio cuenta de que el punto débil de Aníbal era la logística. Por eso, en lugar de buscar una batalla campal, el dictador puso todo su empeño en cortar los suministros al cartaginés. Evitando siempre una confrontación directa, Fabio Máximo se dedicó a atacar a los rezagados del ejército púnico.

Fabio Máximo desgasta a Aníbal


El dictador se mantuvo siempre a uno o dos días de marcha del ejército de Aníbal. Para no correr riesgos, Fabio Máximo aprovechó su conocimiento del terreno y acampó siempre en posiciones ventajosas. Ante esto, Aníbal actuó como el buen general que era y evitó también cualquier enfrentamiento en una posición que supusiera una desventaja para él. De modo que poco a poco, escaramuza tras escaramuza, Fabio Máximo fue desgastando a los cartagineses. Aunque Aníbal parecía invencible en campo abierto, estaba incómodo ante un enemigo que se negaba a presentar batalla.

Fabio Máximo, incluso, estuvo a punto de atrapar a Aníbal. El dictador dispuso a cuatro mil hombres en un paso que el púnico tenía que atravesar. Aníbal parecía atrapado, pero gracias a su astucia consiguió salir airoso de aquel apuro. El cartaginés ordenó a sus hombres que ataran ramas a los bueyes. Ya por la noche, los hombres de Aníbal prendieron fuego a las ramas y los bueyes ascendieron ladera arriba escoltados por la infantería ligera del ejército púnico. Cuando vieron las luces, los romanos creyeron que era una columna de marcha y atacaron. Pero solo encontraron a los bueyes y a la infantería ligera. Se produjo entonces una refriega que Aníbal aprovechó para atravesar el paso con el grueso de su ejército.


"Fabio Máximo estuvo a punto de atrapar a Aníbal, pero el púnico terminó humillando al dictador".


Como se ve, la estrategia de Fabio Máximo había estado a punto de dar sus frutos, pero al final Aníbal lo había humillado. Con todo, el dictador era el romano que más cerca había estado de atrapar a Aníbal. Pero en Roma no gustaba su manera de enfrentarse al púnico. Su forma de entender la guerra consistía en no presentar batalla y desgastar al enemigo, lo que era impopular en la Ciudad de Eterna. Comenzaron a llamarlo 'el pedagogo de Aníbal'. Se referían con esto al esclavo que acompañaba a los escolares romanos llevando sus tablillas.


Roma vuelve a las andadas


Tal y como indicaban las leyes romanas, Fabio Máximo dejó de ser dictador a los seis meses de tomar posesión del cargo. Y como si las derrotas en Tesino, Trebia y Trasimeno nunca se hubieran producido, Roma cambió de estrategia. Desdeñando la actuación de Fabio, otra vez Roma iba a presentar batalla. Para ello levantó uno de los mayores ejércitos que jamás había tenido la República. Los romanos parecían pensar que su superioridad numérica bastaría para acabar con Aníbal. Pero demostraron no haber aprendido nada de sus anteriores derrotas y se produjo uno de los mayores desastres militares de la historia de la Ciudad Eterna: la batalla de Cannas.

Aníbal celebra su victoria en la batalla de Cannas (Zvezda).

Este desastre militar demostró que la estrategia de Fabio Máximo había sido la acertada. Y es que, por el motivo que fuera, Roma era incapaz de superar a Aníbal en una batalla, y el dictador lo entendió desde el principio. Pero en una guerra de desgaste, a largo plazo, Roma llevaba las de ganar. Fue lo que buscó Fabio Máximo. Su estrategia prudente permitió a Roma disponer de un tiempo precioso para recuperarse de las derrotas. La Ciudad Eterna pudo así levantar un ejército tan numeroso como bisoño.

Como vemos, cuando Fabio Máximo dimitió de su cargo de dictador, Roma volvió a las andadas. Pero, ¿qué habría pasado si nuestro protagonista hubiese prorrogado su mandato? Seguramente la historia habría sido muy distinta.


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