Cuando la legión romana venció a la falange macedonia



Eran dos maquinarias bélicas formidables. La legión romana había sometido a toda la península itálica y había terminado venciendo a Cartago en la Segunda Guerra Púnica. Pero la falange macedonia no se quedaba atrás: era la heredera del gran Alejandro, quien había conquistado lo inimaginable en tiempo récord. Eran dos sistemas, dos maneras eficaces de hacer la guerra. Y como si buscaran decidir cuál era mejor, se enfrentaron.

La batalla de Pidna dictó sentencia en el año 168 a. C. Este combate puso fin a la Tercera Guerra Macedónica que enfrentó a Roma contra Macedonia. Aunque no era la primera vez que se enfrentaban estas dos maquinarias bélicas, sí fue la decisiva. Venció Roma. La lucha cuerpo a cuerpo de la legión pudo con las distancias largas de la sarissa. La versatilidad romana se impuso a la rigidez de la falange. Pero, ¿qué sucedió exactamente en la batalla de Pidna? ¿Por qué ganó Roma?

Las Guerras Macedónicas


Conviene retroceder unos años para entender el contexto. Como decíamos, la República de Roma y el Reino de Macedonia ya se habían enfrentado antes. Durante la Segunda Guerra Púnica, Macedonia se había aliado con Aníbal en el 215 a. C. A este conflicto entre romanos y macedonios se le conoció como Primera Guerra Macedónica, aunque en realidad no hubo grandes batallas.

Sí se produjeron escaramuzas, pero Roma estaba tan preocupada por su guerra contra Aníbal que firmó la paz con Macedonia. Necesitaba centrarse en un enemigo, el púnico, que había estado a punto de dar el toque de gracia a la ciudad del Tíber. Esta urgencia la demuestra el hecho de que el pacto alcanzado con Macedonia no era la típica paz que firmaban los romanos. Como se sabe, para Roma la paz solía significar que imponían todas sus condiciones a un enemigo derrotado. O aplastaban o eran aplastados. Para ellos no había término medio. Pero la Primera Guerra Macedónica fue una excepción.

Batalla de Cinoscéfalos (Radu Oltean).

Más duro fue el segundo enfrentamiento entre romanos y macedonios. Terminada la Segunda Guerra Púnica, Roma puso sus ojos en el Egeo. La ciudad eterna necesitaba motivos para declarar la guerra al rey Filipo V de Macedonia. Cuando los encontró, comenzó la Segunda Guerra Macedónica que volvió a enfrentar a las dos potencias. Tras unos años de combates, la legión romana y la falange macedonia se enfrentaron en 197 a. C. en la batalla de Cinoscéfalos. Y la invencible falange mordió el polvo ante la legión romana.

Esta derrota de Macedonia marcó el principio del fin de la falange. Mientras los herederos de Alejandro Magno mostraban su declive, la legión romana había iniciado ya ese camino que le terminaría consolidando, tras las reformas de Cayo Mario, como el mejor ejército del mundo. Pero la falange no había dicho su última palabra. Tras firmar las condiciones que impuso Roma -aunque Filipo V logró mantenerse en el poder- la República de Roma y el Reino de Macedonia volvieron a entrar en guerra. Esta vez, eso sí, sería la última.

Causas de la Tercera Guerra Macedónica


Terminada la Segunda Guerra Macedónica, Filipo V colaboró con la República de Roma. La Ciudad Eterna también había entrado en conflicto con Antíoco el Grande, el rey seléucida. El rey macedonio ayudó a Roma escoltando a legionarios y ofreciendo tropas. Como muestra de agradecimiento, Roma perdonó al rey macedonio la deuda que le restaba por pagar y liberó a Demetrio, el hijo de Filipo que estaba en Roma como rehén. En resumen, las relaciones entre Roma y Macedonia eran satisfactorias. Pero Filipo V no iba a vivir eternamente. Y entonces las cosas cambiarían.

Los problemas los iba a causar Perseo, otro hijo de Filipo. Demetrio había vivido tiempo en Roma y, según cuentan, cuando volvió a Macedonia insistió a su padre en que debían continuar con su política prorromana. Hasta aquí, todo correcto. Pero Perseo quería asegurarse la sucesión del trono. Aunque era el hijo mayor, no dejaba de ser un hijo bastardo, pues su madre era una concubina de Filipo V. Demetrio podía terminar quitándole la sucesión. Por eso Perseo decidió actuar.

Convenció a su padre de que Demetrio se enviaba cartas con senadores romanos. Según Perseo, su hermano el prorromano quería conspirar contra Filipo V. Al final el rey macedonio hizo caso a las ideas de Perseo y mandó ejecutar a Demetrio. Fue un error, pues Filipo, seguramente arrepentido, enfermó y murió tras la muerte de su hijo.


"Macedonia necesitaba el consentimiento de Roma en todas sus acciones de política exterior, pero Perseo no hizo caso".


Con la subida al trono de Perseo en el 179 a. C. la política exterior de Macedonia cambió. Se rearmó contratando diez mil mercenarios, negoció con el rey seléucida Antíoco IV, con Rodas, con Cartago y con Bitinia. Y eso que tras el tratado de paz firmado después de la Segunda Guerra Macedónica, Macedonia necesitaba el consentimiento de Roma en todas sus acciones de política exterior. Pero Perseo había decidido actuar como le viniera en gana.

Aun así, la Tercera Guerra Macedónica no comenzó oficialmente hasta 171 a. C. Un año antes, en el 172, el rey Eumenes de Pérgamo avisó a los romanos de que Perseo quería adueñarse otra vez de las dos orillas del Egeo. Por si esto fuera poco, cuando volvía a su reino, Eumenes sufrió un intento de asesinato en las cercanías de Delfos. Según Eumenes, los asesinos los había contratado Perseo. Roma, pues, tenía motivos más que suficientes para volver a hacer la guerra contra el Reino de Macedonia.


La legión romana contra la falange macedonia


Vamos ahora a hablar de los dos sistemas bélicos que se enfrentaron. O sea, la legión romana y la falange macedonia.

La falange macedonia que se enfrentó a Roma tenía diferencias con la que triunfó en Gaugamela bajo las órdenes del gran Alejandro. La maquinaria bélica del conquistador macedonio consistía en la idea del yunque y el martillo. El yunque era la infantería, que era poco maniobrable pero servía para fijar a la infantería del rival. Las sarisas eran un muro impenetrable para los ejércitos enemigos. Y el martillo era la caballería, que solía ser numerosa, estaba bien adiestrada y la dirigía el propio Alejandro. Así que mientras las infanterías de ambos bandos se enfrentaban entre sí en una lucha encarnizada, la caballería macedonia atacaba el punto más vulnerable del enemigo.

Pero con el tiempo las cosas cambiaron. Como se ve, la caballería había sido fundamental en los triunfos del gran Alejandro. Pero Perseo no tenía tantos jinetes ni de tanta calidad. Y además las sarisas de su falange eran más largas que las de la época de Alejandro Magno. Estas armas no habían dejado de crecer desde tiempos del conquistador macedonio, y medían ahora más de seis metros de longitud y pesaban unos cuatro kilos. Una barbaridad. Si uno veía a la falange en formación con sus sarisas en ristre debía de quedar impresionado ante semejante espectáculo. Pero lo cierto es que la falange de Perseo era lenta y torpe. Sin la caballería de Alejandro y Filipo -padre de Alejandro-, la falange macedonia no era el arma imbatible que había llegado a ser. Y Roma se encargó de demostrarlo.

Batalla de Gaugamela (Christa Hook).

¿Qué hay del ejército romano? La batalla de Pidna se produjo en el año 168 a. C. , por lo que es evidente que las reformas de Cayo Mario aún no habían llegado. Por tanto, el ejército romano aún no era profesional, sino que se trataba de milicias ciudadanas. Dicho así, uno puede pensar que entonces la calidad del ejército macedonio era mejor. Pero la verdad es que aquella legión romana que se enfrentó a la falange de Perseo, a pesar de estar formada por milicias, estaba más curtida que muchos ejércitos profesionales. ¿Cómo es posible?

La respuesta se llama Segunda Guerra Púnica. Los años de guerra contra Aníbal habían terminado creando unos legionarios curtidos y experimentados. Buena parte de los soldados que participaron en las Guerras Macedónicas eran veteranos con años de combates a sus espaldas. Tiempo después la legión romana iba a sufrir un descenso en la calidad de sus tropas, lo que explica las numerosas derrotas que sufrieron los romanos en la península ibérica -por ejemplo contra los celtíberos en Numancia-. Pero la ciudad eterna todavía contaba con una buena generación de legionarios.

Batalla de Zama durante la Segunda Guerra Púnica (202 a. C.).

Si bien la falange era mejor como infantería de choque, la legión romana presentaba otras ventajas. Por ejemplo su versatilidad. En la distancia la falange era imbatible, pero de cerca los romanos eran superiores a sus enemigos macedonios. Cuerpo a cuerpo, en el combate individual, Roma era mejor. La legión tenía además otra característica que podía hacerla superior a la falange: los famosos relevos de sus filas para que los soldados de vanguardia siempre estuvieran frescos.

Está claro que todo esto solo es teoría. Como se sabe, las batallas las solían decidir detalles, e incluso en ocasiones era la fortuna la que lo hacía. Con todo, en la batalla de Pidna estos detalles sí fueron relevantes para el devenir de los acontecimientos.

Emilio Paulo contra Perseo


El cónsul que dirigió a las legiones en Pidna fue Emilio Paulo. Tenía ya sesenta años y había sido cónsul en el 182 a. C. No parece que fuera demasiado popular entre el pueblo, pues había perdido varias elecciones. Pero a pesar de su carácter áspero sí fue capaz de ganarse el respeto de sus legionarios.

Emilio Paulo cruzó el Adriático con 15.000 hombres, con los que reforzó las tropas romanas que ya se encontraban en Grecia. Tras la llegada del cónsul, la moral de las tropas mejoró. Paulo pensó que lo mejor sería engañar a sus enemigos macedonios. Perseo y sus hombres estaban acampados cerca del río Elpeo, pero los macedonios se dieron cuenta de lo que tramaban sus enemigos romanos y se retiraron. Fueron al norte, cerca de Pidna, en una llanura donde Perseo podría desplegar sus falanges.

El 21 de junio ambos ejércitos formaron frente a frente. Aunque los romanos querían combatir porque deseaban acabar de una vez por todas con Perseo, Emilio Paulo prefirió esperar. El ejército romano acababa de realizar una marcha agotadora, por lo que el cónsul decidió que aquel día no se combatiría.


La batalla de Pidna


Fue al día siguiente, el 22 de junio, cuando se libró la batalla de Pidna. Y eso que Emilio Paulo tampoco quería combatir aquel día. Como buen general, el cónsul buscaba minimizar riesgos. Quería tener a su favor algún detalle que le permitiera tener ventaja sobre su rival. Ventaja que en aquel momento no parecía tener: los romanos eran menos (30.000 frente a 40.000 macedonios), luchaban en territorio enemigo y además el terreno era llano, lo que permitía a la falange desplegar toda su fuerza. Pero no tuvo más remedio que aceptar el combate aquel día.

Lo que pasó fue algo parecido a lo sucedido casi tres décadas atrás en la batalla de Cinoscéfalos. Tito Livio cuenta que unos esclavos fueron al río a por agua y se les escapó la mula a la otra orilla. Dos soldados macedonios pretendieron quedarse con el animal, pero entonces tres legionarios cruzaron el río y los mataron. Como en Cinoscéfalos, se volvió a producir un efecto bola de nieve. En principio tan solo se trataba de una escaramuza, pero el conflicto fue creciendo hasta que a Emilio Paulo no le quedó más remedio que luchar.

Localidad de Pidna en el golfo de Tesalónica.

El cónsul romano tomó el mando de la I legión, que ocupaba el centro y la derecha de la formación romana. Fue por ese lado por donde comenzó la batalla. Los hombres de Emilio Paulo lanzaron sus pila, pero no desordenaron la formación enemiga. Tampoco lo hicieron cuando cargaron contra la falange. Y lo mismo sucedió por todo el frente de batalla. La falange no solo mantenía su posición, sino que además empezó a ganar terreno poco a poco.

Envalentonados por su éxito, los hombres de Perseo cometieron un error que les costó la batalla. El rey macedonio había elegido combatir en aquel lugar porque sabía que la falange era superior en un terreno llano. Pero en una pendiente la cosa cambiaba.

La hegemonía de la legión romana


Fue lo que pasó. Los macedonios comenzaron a avanzar hasta que se salieron del terreno llano escogido por Perseo. Entonces la falange dejó de ser una unidad compacta y se dividió en varios grupos. Los romanos vieron lo que pasaba y aprovecharon la situación. Los hombres de Emilio Paulo se colaron entre las líneas enemigas y atacaron por los flancos. En pocos minutos la batalla de Pidna cambió de signo.

Como decíamos arriba, la legión romana era superior en las distancias cortas. Rota la formación macedonia, los legionarios consiguieron acercarse a sus enemigos y los acuchillaron con facilidad. Y es que de cerca las sarisas no servían para nada a los macedonios. Además el flanco izquierdo de Perseo sufrió el ataque de los elefantes del ejército romano y también se vino abajo. De modo que lo que había comenzado bien para los macedonios terminó en desastre.

En la batalla de Pidna murieron cerca de 20.000 soldados macedonios, mientras que Roma solo tuvo cien muertos y unos cuantos cientos de heridos. La legión romana había vuelto a vencer a la falange macedonia. Había sido más versátil y letal en las distancias cortas. Pidna fue una carnicería. Pero, ¿que habría sucedido si los macedonios hubiesen tenido una caballería como la de Alejandro Magno?

4 comentarios :

  1. Interesante batalla, pero creo que es casi mas importante quien dirige el ejercito que el propio ejercito. Grandes batallas se han perdido por errores como ese, pequeños, pero que todo un consul o general tiene que darse cuenta.
    Gran articulo

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    1. Hola hardcore vallero,

      Muchas gracias por comentar y por tu felicitación ;-)

      Respecto a lo que comentas, llevas razón, aunque supongo que es un compendio de cosas. En este caso Perseo sabía que tenía que combatir en un terreno llano para aprovechar la fuerza de la falange, y de hecho fue lo que sucedió. Perseo, pues, escogió el terreno en el que se dasarrolló la batala. Minipunto para él. Por su parte, Emilio Paulo no quería presentar batalla porque no veía que la situación fuera ventajosa para él, pero al final no le quedó más remedio que hacerlo.

      Por tanto estamos ante un acierto de Perseo y ante una adversidad para Emilio Paulo. Y las cosas al principio marcharon bien para el ejército macedonio. Pero al final, como vemos, la situación se le fue de las manos a Perseo y lo pagó caro. ¿Falta de capacidad para dirigir un ejército? ¿Falta de disciplina de las tropas? Quién sabe.

      Para nosotros es fácil decirlo a toro pasado, pero está claro que en esta ocasión, visto el resultado y a pesar de la elección del terreno, Emilio Paulo fue mejor que Perseo.

      Gracias y saludos ;-)

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  2. Aquí os dejo un artículo para conocer más esta fabulosa formación militar:

    http://edicionesparabellum.com/2016/10/24/la-falange-macedonia/

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