Cuando Julio César venció a Pompeyo



A mediados del siglo I a. C. la República agonizaba. Tras la primera guerra civil que desembocó en la dictadura de Sila, los optimates -conservadores- controlaban el Senado de Roma. Pero durante las décadas posteriores a esta guerra no habían sido capaces de resolver los problemas económicos y sociales de la República.

Las desigualdades crecían. La aristocracia optimate había llevado a cabo una política latifundista que había provocado que muchos campesinos se arruinaran. Y tras las reformas de Cayo Mario cualquier ciudadano romano de clase baja podía ser reclutado. Las tropas, pues, ya no serían fieles a la República sino a su general, que era quien les pagaba. Sila ya lo había demostrado cruzando el Rubicón y marchando contra Roma.

Cuando murió el dictador, tres hombres consiguieron destacar en la política romana: Cneo Pompeyo, Marco Licinio Craso y Julio César. Los tres formaron el primer triunvirato de la historia de la Ciudad Eterna. Pero esta forma de gobierno era en realidad una lucha descarnada por alcanzar el poder absoluto. Solo podía quedar uno. Y los tres lo sabían.


El primer triunvirato de Roma


El primero en caer fue Craso. El triunviro cometió su famoso craso error y murió en Partia tras su derrota en la batalla de Carras. Ya solo quedaban Pompeyo y César. Ambos eran grandes generales. Los dos querían ser el primer hombre de Roma. Y sabían que estaban abocados a enfrentarse.

Pompeyo había sido la figura militar más importante de las últimas décadas. El 'Magno' -que así fue apodado- se había labrado su prestigio derrotando a Sertorio en Hispania, ayudando a Craso a terminar con Espartaco en la península itálica, acabando con los piratas cilicios y derrotando a Mitrídates VI, rey del Ponto, en el año 65 a. C.

Sitio de Alesia en el 52 a. C. (Cabrera Peña).

Por su parte, César era el sobrino del famoso Cayo Mario. Había logrado sobrevivir a Sila y medrar en política con sobornos y estratagemas. Y tras conseguir ser cónsul y procónsul, había sometido la Galia Cisalpina y la Galia Narbonense. Su prestigio militar aumentaba. Su riqueza crecía. Y continuó haciéndolo cuando el triunvirato se renovó y volvió a disponer de cinco años en la Galia. Venció en Alesia a Vergingetórix en el año 52 a. C. El sobrino de Mario era ahora el gran Julio César. Su figura ensombrecía a la de Pompeyo.

Empieza la segunda guerra civil


La guerra comenzó porque el Senado se oponía a César. El senador optimate Catón no quería que el divino Julio fuese elegido cónsul, pues temía que consiguiera la aprobación de leyes para repartir tierras entre sus veteranos de las Galias. Por eso el Senado aprobó una ley para que Julio César dejase su mando de la Galia. Ley que Marco Antonio consiguió paralizar como tribuno de la plebe.

Pero este enfrentamiento se enconó. El 7 de enero del 49 a. C. el Senado aprobó un Senatus consultum ultimum. Se declaró a Julio César fuera de la ley y se otorgó a Pompeyo plenos poderes para proteger la República. Pero el sobrino de Mario no iba a abandonar sus ambiciones políticas, por lo que no le quedaba otra salida que la guerra civil.


"César cruzó el río Rubicón con la Decimotercera legión y pronunció la famosa frase Alea iacta est".


Sorprendiendo a los optimates y a Pompeyo, César se dirigió a la península itálica y cruzó el río Rubicón con la Decimotercera legión la medianoche del 12 de enero. Y pronunció entonces la famosa frase Alea iacta est que nos ha llegado hasta hoy. César estaba en lo cierto. La suerte estaba echada.

César se adueña de la península itálica


El Senado había elegido a Pompeyo como protector de la República, pero en realidad lo consideraban un mal menor. Se creía que era el único capaz de derrotar en el terreno militar a Julio César. Sin embargo, cuando la guerra estalló no tuvo más remedio que emprender la huida de la península itálica. Lo hizo cometiendo un gran error, pues se dejó el tesoro en el templo de Saturno y César pudo financiar los gastos militares.

Pompeyo huyó en primer lugar al sur de la península itálica. Lo hizo porque siete de sus diez legiones se encontraban en Hispania, y en Italia solo contaba con una de reclutas inexpertos y las que habían servido con César. El Magno se había tomado las cosas con demasiada calma y ahora pagaba el precio.

Triunfo de César en el 46 a. C. (Peter Connolly).

Aun así consiguió salir de la península con vida. César lo persiguió para terminar la guerra lo antes posible, pero Pompeyo consiguió resistir en Brundisium y marchar a Grecia con cinco legiones intactas. Su plan era hacerse fuerte allí y conquistar Italia, como había hecho Sila unas décadas antes.

Aunque César había quedado dueño de Italia, sabía que tenía que actuar rápido. Si marchaba directamente a Grecia tras los pasos de Pompeyo corría el riesgo de dejar su retaguardia sin protección y ser atacado por dos frentes al mismo tiempo. Por eso decidió primero marchar a Hispania y combatir a las mejores legiones pompeyanas.


La batalla de Ilerda


Se produjo entonces la batalla de Ilerda -actual Lérida-. Cuando César marchó a Hispania las legiones fieles a Pompeyo eran siete. Cinco se encontraban en la Citerior -la más cercana a Italia- bajo el mando de los legados Lucio Afranio y Marco Petreyo. Las otras dos estaban en la ulterior -la más lejana, en el sur de la península- y las dirigía Marco Terencio Varrón. Pero estas dos legiones no participaron en el conflicto. Por su parte, César contaba con seis legiones.

La batalla de Ilerda fue incruenta y sin derramamiento de sangre. Las claves de la lucha fueron el trigo y el agua. En un principio los pompeyanos controlaban la ciudad y el puente de piedra que cruzaba el río Segre. Como la orilla occidental del río estaba pelada, dominar el puente era importante para que los caballos pudieran cruzarlo y forrajear en la orilla oriental.

César en su puesto de mando durante la Guerra de las Galias (Peter Dennis).

Para que sus caballos también pudieran forrajear, los cesarianos construyeron dos puentes de madera, pero el río terminó llevándoselos por delante. César y sus legiones se encontraban en un aprieto. Habían quedado atrapados entre el Segre y el Cinca, donde no podían recibir suministros.

Pero tras pasar diez días en esa situación, César tuvo una idea: ordenó a sus hombres que construyeran coracles, pequeñas embarcaciones de madera cubiertas de cuero. Construidos los botes, los cesarianos se alejaron de su enemigo y cruzaron el río por la noche. Y una vez dominadas las dos orillas, volvieron a construir un puente de madera. A partir de entonces el signo de la batalla cambió.

Julio César gana la batalla


Como César tenía más caballería, se dedicó a hostigar a la del rival para impedir el forrajeo. Llegó un momento en que los pompeyanos no aguantaron más y se retiraron hacia el Ebro. Pero César los siguió hasta que los rivales se detuvieron. Desesperados, ofrecieron batalla a César, pero éste debía de pensar que podía conseguir una victoria sin derramamiento de sangre. Esto era importante para él, pues todavía tenía que enfrentarse a Pompeyo y debía conservar a sus experimentadas legiones.

Los pompeyanos, pues, acamparon. Trataron entonces de sorprender a César realizando una escapada nocturna, pero éste adivinó sus intenciones y lo evitó. Demostrando que era un general muy superior a sus rivales, César hizo creer a los pompeyanos que se retiraba, pero en realidad se trataba de una maniobra de flanqueo.

'César' del pintor francés Adolphe Yvon.

Mientras la caballería de César continuaba hostigando a su enemigo para retrasarlos en la marcha, las legiones de Pompeyo vieron cómo su rival se giraba y los rebasaba en dirección al Ebro. Por fin, César consiguió alcanzar a sus enemigos y cerrarles el paso.

Muchos pompeyanos habían desertado ya al bando contrario. Aun así, Afranio y Petroyo lograron romper el cerco con su reducido ejército y regresaron a Ilerda. Pero los cesarianos los siguieron y los volvieron a cercar en una posición en la que, además, no tenían agua.

Tal y como había deseado, César consiguió una victoria incruenta. Practicó entonces su famosa clementia perdonando a los vencidos, aunque Afranio y Petreyo terminaron reuniéndose con Pompeyo en Grecia para luchar junto a él. En cuanto a Varrón, que se encontraba en la Ulterior, no tardó en rendirse. Por tanto, César se había hecho con el control de Hispania y, ahora sí, podía enfrentarse a Pompeyo.

Dirraquio y los legionarios constructores


Tras sofocar un motín en Placentia, Julio César cruzó el Adriático con siete legiones el mes de enero. Aunque era arriesgado -no se trataba de la mejor época del año para hacerse a la mar-, César tuvo suerte y no se produjeron grandes incidentes. Como la flota de la que disponía era limitada, Marco Antonio quedó atrás con el resto del ejército, que cruzaría el Adriático cuando volvieran los barcos que habían llevado a César y sus siete legiones.

César desembarcó cerca de Paleste, a 150 kilómetros de Dirraquio. Pronto se dirigió hacia esta ciudad, pues controlarla permitiría dominar los mejores puertos de la costa adriática balcánica. Es decir, estaba en juego poder recibir suministros.

Batalla de Dirraquio (Adam Hook).

A Pompeyo le sorprendió la llegada de César, pero enseguida reaccionó y marchó hacia Dirraquio. El Magno consiguió llegar a la ciudad un poco antes que su rival y se instaló al norte del río Semani, en la actual localidad de Kuci. Por su parte, César se situó al sur.

Cuando mejoró el tiempo, Marco Antonio cruzó el Adriático para reunirse con César y desembarcó con 4 legiones y 800 jinetes. Para intentar que ambos ejércitos no se juntaran -pues le superarían en número- Pompeyo marchó al norte. Pero no consiguió su objetivo y al final Marco Antonio y Julio César pudieron reunir sus ejércitos.

Pompeyo entonces no tuvo más remedio que atrincherarse para buscar una guerra de desgaste. Pero unos días después César perdió toda su flota -la incendió el hijo mayor de Pompeyo-, por lo que le convenía presentar batalla. Se dirigió a Dirraquio y sus legionarios pudieron exhibir una de sus mejores habilidades: la de construir.

Un revés para César


Como Pompeyo y sus legiones tenían a sus espaldas el mar, César mandó a sus hombres construir una línea de fortificaciones para encerrar a su rival. Pero Pompeyo respondió con la misma moneda: para evitar que los cesarianos avanzaran, también ordenó construir una línea de fortificaciones. De modo que todos, unos y otros, se pusieron a construir con denuedo.

"Gracias a dos auxiliares galos de César, los pompeyanos descubrieron el punto débil de las fortificaciones rivales".


Al principio la situación no parecía mala para Pompeyo, pero según pasó el tiempo se le fue acabando el terreno para el forrajeo y tuvo dificultades para conseguir agua dulce. Pero un golpe de suerte cambió el signo de la campaña: los hombres de Pompeyo capturaron a dos auxiliares galos de César y gracias a ello se enteraron de que las fortificaciones de César tenían un punto débil. Se trataba del ala izquierda, que no estaba terminada.

Conociendo el punto débil, Pompeyo atacó con seis legiones por tres frentes en la zona que habían señalado los galos de César. Y tuvo éxito. Los cesarianos se vieron superados y emprendieron la huida, y solo la intervención de Marco Antonio con 12 legiones evitó el desastre. Pero Pompeyo había vencido, y ahora podía forrajear y moverse sin problemas.


La batalla de Farsalia


César y sus hombres abandonaron los campamentos de Dirraquio y se dirigieron al sur en busca de abastecimiento. Cuando estuvieron en Tesalia, llegaron a Gonfi, una ciudad importante que les cerró las puertas. César ordenó a sus tropas tomar la ciudad al asalto. Tras hacerlo, saquearon la ciudad. Esto fue importante para el ejército cesariano, pues los legionarios pudieron beber y comer hasta estar saciados.

Unos días después llegó Pompeyo y se instaló con su ejército a unos cinco kilómetros del de César. Los dos generales habían buscado una buena posición para ubicarse. César quería una batalla en campo abierto, por lo que todos los días desplegaba sus tropas en la llanura. Pero Pompeyo, aunque también las desplegaba, colocaba a sus hombres en una zona ventajosa para él. Por eso César, día tras día, no aceptaba el envite. Y a Pompeyo no le interesaba combatir porque buscaba una campaña de desgaste.

Legionarios de César y de Pompeyo se enfrentan en la batalla de Farsalia (Adam Hook).

Pero cuando César ya iba a levantar el campamento para instalarse en otra zona, Pompeyo bajó con sus tropas a la llanura y presentó batalla. Aunque no era su plan, los optimates -que compartían la tienda de mando con él- criticaban su manera de llevar la guerra y pensaban que derrotar a César sería pan comido. Se equivocaban. Desgraciadamente para ellos, Pompeyo terminó cediendo y se produjo una de las batallas más célebres de la historia de Roma: Farsalia.

La infantería vence a la caballería


César estaba en clara inferioridad numérica, pues solo tenía 22.000 infantes y 1.000 jinetes. Por su parte, Pompeyo disponía de un total de 47.000 hombres. A priori, parecía que iba a tratarse de una victoria cómoda para el Magno. Pero nada más lejos de la realidad.

El plan de Pompeyo era aprovechar su superioridad con la caballería. Él tenía 7.000 jinetes, mientras que César solo disponía de 1.000. Por tanto, el general del bando optimate situó su caballería en el flanco izquierdo para aplastar el ala derecha del ejército cesariano. Una vez puestos en fuga los jinetes del bando popular, la caballería que dirigiría Tito Labieno marcharía sobre las últimas líneas del ejército rival y sembraría el caos. Parecía tan fácil que los optimates ya celebraban la victoria.

Pero no contaban con dos aspectos fundamentales: el nivel militar de César y la calidad de sus tropas. Aunque el ejército de Pompeyo era numeroso, la infantería de César estaba más curtida. Y además éste ideó una maniobra magnífica que decidiría la batalla.

Batalla de Farsalia. Fuente: Greek & Roman Warfare. John Drogo Montagu. Greenhill Books, 2006.

El divino Julio adivinó el plan de Pompeyo y, para contrarrestar a la caballería de Labieno, colocó seis cohortes procedentes de la tercera línea de batalla ocultas en una especie de cuarta línea. Las situó en un ángulo de 45 grados detrás de la caballería. Sus jinetes, pues, solo debían resistir lo justo a la caballería pompeyana. Cuando, huidos los jinetes de César, Labieno fuera a flanquear al ejército rival, se encontraría con una desagradable sorpresa. Y eso es lo que sucedió.

César ordenó a sus hombres que en lugar de lanzar sus pila como solían hacer se quedasen con ellos para atacar a los jinetes y caballos que se les venían encima. Fue un éxito. Al encontrarse con ese muro de escudos y lanzas, la caballería huyó en desbandada. Entonces César usó a esas mismas seis cohortes para otro movimiento decisivo: atacar por el flanco izquierdo de la infantería rival.


"César ocultó seis legiones en una cuarta línea para frenar a la caballería de Pompeyo. Fue un éxito".


Pompeyo lo vio tan mal que no tardó en emprender la huida. César, con menos hombres, había adivinado sus planes y le había infligido una durísima derrota. Mientras que en el bando ganador solo murieron 200 soldados y 30 centuriones, los pompeyanos sufrieron 15.000 muertes y 24.000 hombres fueron hechos prisioneros.

Pompeyo todavía intentaría jugar sus últimas cartas en Egipto, pero ésa es otra historia. La figura del gran Julio César no paraba de crecer.


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