Batalla de Ilipa, la victoria de Escipión en Hispania



Fue una gran victoria para Roma. La batalla de Ilipa en el 206 a. C. provocó el abandono de Cartago de la península ibérica. Hispania había sido uno de los principales teatros de operaciones de la Segunda Guerra Púnica, y hasta hacía apenas cuatro años lo habían controlado los cartagineses casi por completo. Tras la derrota de los hermanos Escipión la situación de Roma en Iberia había llegado a ser desesperada. Pero la llegada a Hispania de Publio Cornelio Escipión hijo había dado un vuelco a la situación.

El joven general no había tardado en demostrar su genio militar. Primero había sorprendido a todos tomando Cartago Nova, la base de operaciones de los púnicos en Hispania, en tiempo récord. Después se había impuesto a Asdrúbal Barca en la batalla de Baécula. Y ahora debía expulsar a los cartagineses de la península ibérica de una vez por todas. Eso hizo. En la batalla de Ilipa, Publio Cornelio Escipión no solo continuó forjando su leyenda como general, sino que además demostró ser el mejor alumno del gran Aníbal Barca.



La toma de Cartago Nova, un revés para Cartago


Como decíamos, la toma de Cartatago Nova -Qart Hadasht para los púnicos- había supuesto un punto de inflexión en la Segunda Guerra Púnica. A partir de entonces Roma dominaba el mar, lo que le permitía cortar los suministros a los cartagineses. Los púnicos debían conformarse con controlar Gadir, la actual Cádiz. Pero además, Cartago había perdido también una región minera que constituía una de sus principales fuentes de financiación para la guerra. Y tras el saqueo de Cartago Nova, Roma había obtenido un inmenso botín en oro, plata, trigo, cebada, armas, naves de carga, cobre, hierro, velas y esparto. Escipión, pues, había asestado un duro revés a Cartago.

Pero los ejércitos púnicos continuaban en la península Ibérica y Escipión no se iba a detener hasta expulsarlos. Para lograrlo, el joven general necesitaba unas legiones disciplinadas e instruidas. Por eso los meses siguientes a la toma de Cartago Nova, Escipión impuso un riguroso programa de entrenamiento a sus soldados.

Toma de Cartago Nova (Adam Hook).

Su otra arma en Hispania fue la política. Tras conquistar Qart Hadasth, Escipión se propuso establecer alianzas con las aristocracias indígenas. Al fin y al cabo, si éstas se pasaban a su bando, Cartago se debilitaría y Roma se fortalecería. Los hispanos jugaban un papel importante. Por eso Escipión protegió especialmente a los más de 300 rehenes iberos y celtíberos que quedaron en su poder tras tomar Cartago Nova. El joven general no tardó en obtener los resultados que buscaba, pues los ilergetes se pasaron a su bando. Los iberos incluso lo quisieron llamar rex, pero el cónsul rechazó el título por sus connotaciones negativas en Roma.

La batalla de Baécula


El siguiente episodio decisivo de la Segunda Guerra Púnica en Hispania fue la batalla de Baécula en el 208 a. C. No está claro si fue una batalla propiamente dicha o más bien una maniobra defensiva, pero las consecuencias de este conflicto fueron evidentes. Tras el enfrentamiento, Asdrúbal Barca marchó a Italia con su ejército -ya sea obligado o porque era su estrategia desde un principio-, pero lo hizo con unas fuerzas debilitadas. Su marcha de Hispania tuvo dos consecuencias:

  • Cartago tenía ahora un ejército menos en la península ibérica, lo que suponía un nuevo beneficio para Roma en la guerra que se estaba librando en Hispania. La situación de los púnicos en este territorio continuaba en declive.
  • Asdrúbal Barca quería unir sus fuerzas con las de su hermano Aníbal en la península itálica, pero fue derrotado en la batalla de Metauro el año 207 a. C. Esto supuso un duro golpe para Aníbal, que además recibió en su campamento la cabeza cortada de su hermano.

Superioridad numérica del bando cartaginés


Ésta era, grosso modo, la situación en Hispania cuando se produjo la batalla de Ilipa. El enfrentamiento tuvo lugar en el 206 a. C. cerca de la actual Sevilla. Allí Magón y Asdrúbal Giscón unieron sus fuerzas y formaron un ejército que superaba en número al de los romanos. Los cartagineses contaban con unos 60.000 infantes y 4.500 jinetes, entre los que destacaba la caballería ligera númida del príncipe Masinisa. Escipión les oponía un ejército de unos 45.000 infantes y 3.000 jinetes. Cerca de la mitad del ejército romano eran tropas aliadas, lo que añadía dificultad al reto al que se enfrentaba Escipión.

Cuando los romanos empezaron a construir el campamento, Magón y Masinisa aprovecharon para atacar con caballería. El objetivo de este ataque era desorganizar el ejército romano, pero no lo consiguieron. Y es que Escipión había sido precavido, pues había ocultado a sus jinetes tras una colina. Así que la caballería romana contraatacó y cogió por sorpresa a los jinetes del bando cartaginés. El cazador había sido cazado. Los púnicos no tuvieron más remedio que retirarse cuando llegaron las tropas ligeras romanas.



Asdrúbal y Escipión despliegan sus ejércitos


Tras varias jornadas con escaramuzas de este tipo, Asdrúbal desplegó su ejército para presentar batalla a su enemigo. El cartaginés situó a sus mejores hombres, los lanceros libios, en el centro. En los flancos dispuso a las tropas indígenas hispanas. En las alas colocó la caballería con los elefantes por delante.

Batalla de Ilipa (Igor Dzis).

Viendo la oportunidad que se le presentaba, Escipión también aprovechó para desplegar su ejército. El general romano situó a sus mejores hombres en el centro -los legionarios romanos-, mientras que en los flancos dispuso a los aliados hispanos. En las alas colocó a la caballería frente a los jinetes enemigos.

Pero la batalla no tuvo lugar el primer día que se dispusieron los ejércitos. Ni el segundo. Durante las siguientes jornadas se produjo una especie de rutina. Ya entrado el día, Asdrúbal desplegaba sus tropas en la misma formación que el primer día. Los romanos aceptaban el envite y disponían también sus tropas como habían hecho la primera vez. Con los dos ejércitos uno frente al otro, pasaban las horas hasta que llegaba el final del día. Entonces los cartagineses se retiraban a su campamento y los romanos hacían lo propio. Y así iban transcurriendo las jornadas.

Escipión, el mejor alumno de Aníbal


Esto fue lo que sucedió hasta que Escipión, un día, decidió exhibir su genio militar. Como decíamos arriba, el general romano demostró en esta batalla ser el alumno más adelantado de Aníbal Barca. Escipión había presenciado in situ varias derrotas romanas ante Aníbal y, visto lo que sucedió en la batalla de Ilipa, tomó buena nota de las estrategias del general cartaginés.

Nuestro protagonista hizo lo mismo que Aníbal en Trebia: obligó al enemigo a combatir sin haber desayunado. Escipión se había dado cuenta de que Asdrúbal Giscón acostumbraba a formar su ejército bien entrado el día. Así que el joven general, una noche, ordenó a sus soldados que desayunaran antes del amanecer. A primera hora de la mañana mandó a la caballería y a las tropas ligeras a atacar a los piquetes cartagineses y formó a su ejército dispuesto a combatir. La caballería e infantería ligeras púnicas respondieron a las provocaciones del enemigo, y Asdrúbal formó a su ejército a toda prisa y en ayunas.

Busto de Publio Cornelio Escipión.

Quizá porque la nube de polvo de la escaramuza le impedía ver con claridad la formación romana, o porque los ejércitos estaban a demasiada distancia, Asdrúbal dispuso a su ejército como siempre. Es decir, situó a sus mejores hombres en el centro, mientras que los flancos los ocuparon las tropas aliadas y en las alas se colocaron los jinetes y los elefantes. Pero aquel día Escipión cambió la disposición de su ejército. Dejó en el centro a los aliados hispanos y en los flancos situó a los legionarios. Como siempre, las alas fueron para la caballería.

Los romanos atacan por los flancos


¿Qué significaba esta nueva formación romana? Sin duda, que Escipión buscaba envolver a los cartagineses inutilizando a sus mejores tropas ubicadas en el centro. Si uno echaba un vistazo al campo de batalla en aquel momento podía conjeturar que, con esta nueva disposición táctica, los legionarios romanos se enfrentarían a la infantería hispana de Cartago, mientras que los aliados hispanos de Roma se las verían con las mejores tropas púnicas. Es posible que Asdrúbal pensara que su oportunidad estaba en romper el centro romano, pero Escipión también había pensado en esto.

Porque, repetimos, el general romano se convirtió en el mejor discípulo de Aníbal, y en la batalla de Ilipa también puso en práctica lo aprendido en el desastre de Cannas. Allí el general cartaginés había destrozado a los romanos envolviéndolos por los flancos. Gracias a eso había aniquilado a un ejército muy superior en número que buscaba romper su formación por el centro. Pues bien, salvando las distancias, Escipión hizo algo parecido en la batalla de Ilipa.

Escipión realizó una maniobra envolvente en la batalla de Ilipa.

Nuestro protagonista ordenó a los aliados hispanos del centro que avanzaran a paso lento. Él mandó las tropas del ala derecha, mientras que Lucio Marcio y Marco Junio Silano dirigieron las del flanco izquierdo. Las tropas de los flancos no avanzaron directamente contra el enemigo que tenían frente a ellos. En lugar de esto realizaron una serie de maniobras para envolver los flancos del ejército púnico.

Los hombres del ala derecha romana giraron noventa grados y avanzaron hasta rebasar el frente cartaginés. Las tropas del flanco izquierdo hicieron lo propio pero al revés, como si fueran los hombres del ala derecha reflejados en un espejo. Después ambos flancos giraron hacia dentro y avanzaron hasta que, cerca ya del enemigo, atacaron al ejército púnico por los costados.



La batalla de Ilipa, una gran victoria de Escipión


Mientras todo esto sucedía, las mejores tropas de Cartago continuaban en el centro sin moverse. Frente a ellos, sin entrar en combate, estaban los aliados hispanos de Escipión, que habían avanzado lentamente tal y como había ordenado el general romano. El centro de Escipión consiguió así mantener fija en su posición a la infantería libia de Asdrúbal, que no podía auxiliar a los flancos.

La victoria romana fue total. Las tropas hispanas del ejército cartaginés aguantaron un rato, pero al final tuvieron que retroceder. Los romanos habían desayunado bien, y además su preparación y disciplina eran superiores. Por si todo esto fuera poco, los hastati, principes y triarii solían hacer relevos, lo que les otorgaba todavía mayor resistencia en una batalla. Por tanto, sucedió lo lógico: los flancos de Asdrúbal se hundieron y el resto del ejército huyó en desbandada.

Batalla de Ilipa (José Ferre Clauzel).

Las mejores tropas de Asdrúbal no habían entrado en combate, así que el púnico intentó resistir con ellas en la ladera del monte del campamento cartaginés. Pero cuando los romanos les presionaron no tuvieron más remedio que romper la formación y huir a su campamento. Entonces se produjo una fuerte tormenta que evitó que los romanos tomaran el campamento púnico.

La batalla de Ilipa supuso la victoria definitiva de Escipión en Hispania. Los aliados indígenas abandonaron a Asdrúbal, quien escapó de Hispania como pudo. Magón también dejó Iberia, por lo que la península quedó libre de ejércitos cartagineses. A partir de ahora, el principal escenario de la Segunda Guerra Púnica iba a ser África. La batalla de Zama, en la que por fin se enfrentaron Aníbal y Escipión, dictaría sentencia.


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